En los últimos años han sido varios los factores que han influido en el devenir económico y social de nuestro entorno. La pandemia no sólo ha puesto en jaque nuestros sistemas sanitarios y económicos, sino que ha alterado de forma significativa el modo de vida.

 

«El riesgo y la incertidumbre nos han acompañado en nuestro día a día, alterando nuestros patrones de comportamiento»

En el aspecto social esta crisis ha venido a deteriorar (aún más si cabe) la ya de por si erosionada clase media desde la crisis de 2008. No obstante, a pesar de la fuerte caída del PIB en 2020, los instrumentos de protección pública (como los ERTE y los ICOS) han servido como el instrumento sostenedor de rentas que han permitido a un número muy elevado de hogares poder seguir cumpliendo con sus obligaciones económicas y, de esta forma, evitar una espiral de impagos que hubiera llevado a la economía a unas cotas de morosidad insostenibles. Sin embargo, actualmente, nos encontramos camino de una nueva realidad, donde estos instrumentos que han ayudado a evitar una crisis mayor comienzan a difuminarse y esto, unido a la más que probable subida de tipos de interés por parte de las autoridades monetarias, van a dejar paso a una realidad económica mucho más complicada que la vivida hasta ahora.

Durante los años anteriores, muchos equipos de riesgos tuvieron que replantearse sus criterios de admisiones en un contexto de tipos de interés bajos y fácil acceso al crédito, pero lo que viene ahora requiere de otro giro muy diferente.

 

«Estamos a la puerta de una realidad económica mucho más dura y realista de todo lo vivido en estos años»

En los últimos meses han aparecido otros factores que han hecho aumentar el riesgo y poner en peligro la recuperación económica, como la crisis de las cadenas de suministro mundial y la aparición en los últimos meses de una inflación galopante que empieza a preocupar mucho al ciudadano medio que puede hacer cambiar sus decisiones de consumo e inversión.

El año 2022 estaba destinado a ser el año de la recuperación económica, basada por un lado en el ahorro embalsado de los hogares de la etapa de confinamiento y, especialmente, por el impulso que suponen la llegada de los fondos europeos (NGEU). A pesar de estas condiciones, la aparición de niveles de inflación sumamente elevados, impulsados de forma adicional por la guerra de Ucrania, está poniendo en cuestión gran parte de la recuperación prevista para este año.

Tal es la envergadura de este fenómeno que no sólo ha reducido el valor del ahorro acumulado en la pandemia sino que, según se desprende del barómetro publicado este mes de abril por CEPYME (patronal de las pequeñas y medianas empresas que representa el 99% del tejido productivo del país), un 15% de la empresas aseguran que la subida de los costes (especialmente energéticos) pone en riesgo la viabilidad de su negocio y un 60% admite que ya ha tenido que subir sus precios para contrarrestar, en cierta medida, el encarecimiento de sus costes.

Una de las lecciones más importantes que hemos de aprender de las crisis anteriores es que no nos podemos relajar en los criterios de riesgo. Debemos ser capaces de anticiparnos a situaciones económicas adversas y evitar que los índices de impagos y morosidad escalen a cotas altamente perjudiciales para nuestra salud económica. Leemos constantemente informes de cómo hemos cambiado en nuestros hábitos, preferencias y patrones de comportamiento durante estos años, y esto altera sin lugar a duda, el cómo hemos de analizar los riesgos futuros si queremos anticiparnos y minimizar los efectos en los balances de un deterioro de la situación económica. 

 

«Debemos ser capaces de anticiparnos a una situación económica adversa, adaptando los criterios de riesgos a los nuevos patrones de comportamiento»

Esta adaptación de las nuevas circunstancias y riesgos al entorno económico debe ir acompañada de un análisis pormenorizado y una investigación particularizada, donde no sólo combinemos servicios de análisis de pasado sino tratemos de usar el conocimiento del comportamiento para anticiparnos. Tan importante será conocer y predecir el potencial riesgo del individuo como tratar de evitar el fraude en cada operación. De tal forma que estas herramientas, utilizadas de forma conjunta, ayudarán a las empresas a reducir el riesgo económico de sus operaciones y, por tanto, desligar, en la medida de lo posible, la incertidumbre económica de los meses posteriores de un aumento de los impagos y tasas de morosidad. Tenemos las herramientas para aprender de los errores del pasado. Aprovechémoslas.

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